Testimonio del P. Rodrigo Andrade: Mi vivencia del capítulo general

El P. Marcelo nos pidió compartir nuestras apreciaciones sobre el capítulo general recientemente celebrado. En capítulos generales anteriores participé como “técnico”. Pero participar como capitular es algo completamente diferente, una dinámica que para mí era desconocida, y que rápidamente había que internalizar. Y digo “rápidamente” porque el tiempo es un protagonista: se tienen varias cuestiones que tratar y, aunque se nos pide “reflexionar”, el tiempo para ello es limitado y acotado, y -por tanto- si es muy necesario, se termina confiando la tarea y respuesta al Superior General y su Consejo.
La fraternidad es otra experiencia importante y muy grata. Se experimenta desde el principio, cuando cada grupo llega a la casa. La constante expresión de los capitulares sobre cuidar y promover la fraternidad en la Congregación fue tan insistente (e importante) que incluso los “facilitadores” de la primera semana, concluyeron que es un anhelo esperanzador, muy propio de nuestra Congregación (por eso quedó consignado en el mensaje que el capítulo envía a la Congregación y en la frase nuclear que nos orientó y alineó durante esos días).
La fraternidad en el capítulo se podría resumir como una experiencia de encuentro de hermanos -de diferentes lenguas y culturas- que no se veían hace tiempo. Caras conocidas que rápidamente se ponen al día, y otras nuevas que se integran para participar en una sola expresión viatoriana internacional. Es una experiencia que llena de alegría y que también nos impone desafíos. Para integrarse en esta dinámica es importante manejar al menos un idioma extranjero (ahí, como provincia, tenemos mucho campo de crecimiento).
La primera semana para mí fue importante. Fueron los días de “diálogos espirituales” animados por dos facilitadores canadienses que nos acompañaron. Días de escucha de Dios y de los hermanos, un caminar más pausado que ayudó a darle sentido a una búsqueda conjunta de lo que Dios quiere de nuestro capítulo. Dedicamos tiempo a escucharnos, a rezar y descubrir la presencia de Dios en los otros y en nosotros. El ejercicio de escucha y compartir se consolidó en la propuesta de un “núcleo movilizador”: una construcción del lenguaje que se elabora desde la escucha de hermanos y que se traduce en una frase que pretende movilizarnos, presentando un desafío esperanzador que no se agota.
A partir de nuestras conversaciones, los facilitadores co-elaboraron la frase “Arraigados en Cristo, construimos comunidad” y significó una oportunidad de alinear e inspirar las diversas cuestiones que cada grupo trató durante las semanas posteriores. Para quienes participamos, la frase fue y es una construcción llena de identidad, de sentido, y la expresión real de un deseo y un anhelo de un futuro que deseamos vivir.
Diversos grupos de trabajo trataron las distintas cuestiones capitulares. En el nuestro estábamos el P. Gerardo Soto, Chus Arroyo, Harry Celestin, Jean Marc Saint Jacques, estos dos últimos de Canadá, y yo. Nos correspondieron los asuntos llamados “Misión y espiritualidad”. Fue un grato trabajo. Todos hablábamos español, y cada uno exponía argumentos y razones que buscaban sintetizar en propuestas claras, breves y precisas. En general, no hubo grandes discusiones, y pienso que el esfuerzo mayor estaba en responder a lo que la Asamblea expresaba en las primeras votaciones.
En algún momento experimentamos cierta frustración por la misma cuestión capitular: a veces podían ser difíciles de llevar a cabo, o incluso generaban cuestionamientos de su pertinencia como pregunta o propuesta, y, sin embargo, la teníamos que acoger y responder. En lo personal, en esos momentos me preguntaba si podrían existir otras formas de discernir las diversas propuestas y cuestiones provinciales.
Casi todos los días, antes de cada reunión plenaria, pedíamos la asistencia del Espíritu y cantábamos un hermoso himno “Souffle imprevisible”, pidiendo la presencia del Espíritu de verdad y de libertad que nos invita a unirnos y a gritar por esperanza en medio de los muchos desafíos que aparecen a nuestra Congregación.
Podría destacar muchas otras cosas (como el encuentro con el Santo Padre, o el proceso y elección del nuevo Superior General). Sobre todo, quisiera quedarme en la sensación general de agradecimiento por la posibilidad de mirar nuestra Congregación, descubrir sus desafíos y dones, ver nuestra Provincia y entender aquello que nunca debemos abandonar, pues nos permite ser fieles a la misión encomendada.