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Los jóvenes, centinelas del mañana

Los jóvenes siempre han estado en el corazón de la Iglesia y de nuestra comunidad. Ellos son los destinatarios de nuestra misión. La historia viatoriana chilena está marcada por nuestra presencia en el mundo de los jóvenes, ofreciéndoles espacios de educación, orientación y acompañamiento. En las escuelas y parroquias y centros de acogida juveniles, hemos intentando proporcionar una educación integral y procesos pastorales en donde los jóvenes puedan madurar como personas y cristianos.

La preparación al sínodo de los obispos que versará sobre “Losjóvenes,lafeyeldiscernimientovocacional” será para la Iglesia una hermosa oportunidad para escuchar el alma de los jóvenes y discernir con ellos nuevas formas de participación y compromiso. 

Nuestros jóvenes no son sólo destinatarios de nuestra misión, sino que también son sujetos de evangelización. Ellos son por sí mismos una fuerza eclesial de renovación y transformación para el presente y futuro de la sociedad.

Los jóvenes se caracterizan por ser generosos e idealistas. Son capaces de luchar por causas que tengan como meta acabar con injusticias y desigualdades. Poseen la capacidad de alegrarse con lo nuevo que comienza, de darse sin recompensa y comprometerse con nuevas conquistas que ayuden a que los que sufren puedan vivir con mayor dignidad. Se entusiasman con proyectos que favorezcan el desarrollo sustentable de lo creado y están dispuestos a trabajar para garantizar el cuidado de la casa común. “Ellos se preguntan cómoesposiblequesepretendaconstruirunfuturomejorsinpensarenlacrisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”. (LS 13).

En su búsqueda del sentido de la vida, son sensibles al llamado particular que el Señor Jesús les hace a abrazar el proyecto valórico del Reino de Dios. Ellos pueden contribuir a que la Iglesia sepa percibir la voz del Señor que resuena hoy y así sepamos discernir los signos de los tiempos, escuchando sus aspiraciones, inquietudes y propuestas.

                Por otro lado, constatamos con dolor y preocupación que muchos jóvenes de nuestro continente sufren la pobreza y la falta de una educación de calidad. Han nacido en barrios donde las oportunidades para surgir están bloqueadas por la violencia, y la marginación social. La crisis, por la que atraviesan algunas familias, les origina hondas heridas psíquicas y problemas emocionales. Algunos son víctimas del narcotráfico y han sido arrastrados a abusar del alcohol y de sustancias que les alienan de la situación que están viviendo. Otros son capturados por las redes sociales y la tecnología, que pudiendo ser usadas para desarrollarse como personas, les conducen a aislarse, centrarse en sí mismos y construirse una identidad falsa y virtual.

No debemos olvidar que los jóvenes están sometidos a una sociedad de consumo que los adultos conscientememte favorecemos, desatando la ambición de rodearse de aquellos objetos que la publicidad presenta como la realización de una vida humana plena.

El consumismo nos deshumaniza,  ya que es un instrumento para demostrar nuestro status social y, más allá, para afirmar nuestro poder.

La sociedad consumista crea personas atrincheradas en su mundo de deseos y necesidades. No levantan la vista más allá del círculo de sus intereses.  Hay un dinamismo en esta lógicainsolidariadelapersonaconsumistaqueseoponealcristianismo.  Se sitúa en el polo opuesto del reconocimiento del otro, de todo ser humano, como hermano. No sintoniza en absoluto con la compasión de Jesús para con el hombre y las masas pobres que le parecían "ovejas sin pastor" (Mt 9,37).

                Los adultos somos responsables del mundo que estamos construyendo para nuestros niños y jóvenes. Cada uno de nosotros debe preguntarse qué testimonio está ofreciendo para que los futuros miembros de la sociedad y de la Iglesia sean más libres, fraternos, pacíficos y justos.

        Los jóvenes quieren confiar en nosotros y nos piden que no les abandonemos. En este sentido, para nuestra comunidad viatoriana, la preparación y participación en el próximo sínodo de los obispos es una oportunidad para:

-              Renovar la opciónpreferencialdenuestracomunidadporlosjóvenes, quesedesarrollaespecialmenteennuestroscolegios, parroquias y centros de orientación vocacional.

-              Escuchar sus preguntas y preocupaciones, sus gozos y esperanzas.

-              Aprender a leer la cultura juvenil y las nuevas experiencias de religiosidad, que tienden a ser másindividualistasydesinstitucionalizadas.

-              Promover comunidades juveniles acogedoras, donde los jóvenes se sientan queridos, aceptados e invitados a vivir los ideales cristianos.

-              Ofrecer a nuestro movimiento JUVI y a los grupos pastorales parroquiales y colegiales una pedagogía que sea capaz de suscitar una experiencia viva de Jesucristo y un compromiso con su Iglesia.

-              Suscitar en los jóvenes la pregunta vocacional, ofreciendo un acompañamientoadecuadoquelespermitadiscernirloqueDiosquieredeellos;

-              Privilegiar en la pastoral juvenil procesos de educaciónymaduraciónenlafe, comorespuestadesentidoyorientacióndelavida, ygarantíadecompromiso misionero.

-              Otorgar a los jóvenes una formacióncristianapara la acciónsocial y políticaconformealadoctrinasocial de la Iglesia, haciendo propia la opciónpreferencialyevangélicaporlospobresynecesitados.

-              Generar en los jóvenesla conciencia de que Dios les llama a ser en la Iglesia sujetos activos de evangelización, encarnándoseenlasdistintasdimensionesdelohumano, para anunciar con palabras y obras la Buena Noticia de Jesús.